En economías como la mexicana, tradicionalmente se ha observado la fuerza de trabajo de niños y niñas jornaleras en cultivos que son considerados vanguardia alrededor del mundo, donde más de 3 millones se encuentran en los campos de México practicando alguna actividad sin la posibilidad de seguir estudiando, principalmente por la falta de recursos.
El 12 de junio de 2015 se publicó la Reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) en donde se tipifica la actividad agrícola como peligrosa y se prohíbe en ella la utilización de menores de 18 años.
La situación del trabajo y explotación infantil agrícola no está exenta en el sur de Sonora, dónde los menores acompañados de sus padres laboran en desyerbes, cortes y empaque de hortalizas.
De acuerdo con los padres de familia, la mayoría de las veces no tienen donde dejar a sus hijos, por lo que no tienen más opción que llevarlos consigo a los campos donde laboran. Dos menores, ‘Jesús’ y ‘Juan’, llamados así para no revelar su verdadera identidad, comentaron que ellos viajan desde Basconcobe, comunidad ubicada en el sur de Sonora, para acompañar a sus padres en las labores del campo y de esta forma ayudar un poco en el sustento familiar.
Para ellos el trabajo de campo no es pesado, pues argumentaron que se les paga bien en los desyerbes y cortes de chiles de diversas variedades que se cultivan en el sur de Sonora, sin embargo, esto no significa que sea del todo correcto.
De acuerdo con Manuel Antonio Cázares, presidente del Sistema Producto Tomate, los menores de edad que trabajan en el campo lo hacen bajo el permiso de los padres a través de un documento donde otorgan el permiso, pues muchos de ellos (los menores) ya cuentan con una responsabilidad como ser padre de familia, por lo que, para él, la educación sexual también juega un papel importante para que los menores no tengan la necesidad de buscar trabajo.
Hay formas legales de que un menor de edad trabaje en los campos, mediante un permiso expedido por los padres, la mayoría de estos casos se dan, porque el adolescente ya tiene una obligación como padre de familia”, mencionó.
A su vez, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que por cada punto que aumenta la pobreza, el trabajo infantil incrementa 0.7 por ciento.
En México, la pobreza creció 9.1 puntos, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), al pasar de 41.5 a 50.6 por ciento. Eso significa que al menos 210 mil niñas y niños más comenzaron a trabajar. Al respecto, Tania Ramírez, directora ejecutiva de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), señaló que se debe aceptar la realidad y hacer un análisis sistémico para no culpar a las familias.
Debemos comprender que la pobreza es una realidad y que no ha terminado de garantizarles una vida libre y plena”, expresó.
Fuente: Tribuna